Por María del Carmen Domínguez, Directora Ejecutiva de Nueva Política Exterior
En los próximos meses, Chile enfrentará escenarios cruciales, incluyendo eventuales cambios en el rol que juega la política exterior. Tendremos que lidiar con la necesidad de cambiar un modelo de desarrollo ya agotado y el impacto del escalamiento de la crisis global del orden internacional. Está claro que se requieren respuestas y acciones a las profundas carencias, desigualdades y deudas sociales desenmascaradas en los últimos años.
En el corto plazo, un nuevo gobierno deberá enfrentar el impacto de los efectos sanitarios, sociales y económicos producidos por la crisis sanitaria. Ante ello, las fuerzas progresistas del país deberán responder y concurrir a un nuevo pacto de política exterior que identifique y construya sobre los amplios mínimos comunes compartidos por las diversas fuerzas políticas.
Las ventajas de un nuevo pacto de política exterior son evidentes. Junto con asegurar la continuidad básica de nuestro accionar externo, éste facilitaría la gestión de las adaptaciones requeridas para contar con una diplomacia que contribuya eficazmente al desarrollo y proyección internacional del país. Por otra parte, un nuevo pacto favorecería la adopción de compromisos creíbles y de largo aliento con nuestras contrapartes, un valor clave para un país de nuestro tamaño y capacidades. Finalmente, permitiría también fortalecer las confianzas políticas que están en la base de un sistema de política exterior eficiente y democrático.
Este nuevo pacto tendrá que cumplir con un primer objetivo al reconocer la nueva etapa histórica del país y el mundo, y los propósitos, prioridades y límites de nuestra nueva relación con el mundo. La adaptación no será fácil ni rápida, y requerirá que el progresismo, así como otras fuerzas políticas, reevalúen la política exterior de Chile, a fin de que ésta refleje las nuevas realidades en las que se inserta.
Este nuevo pacto de política exterior tendrá, a su vez, un segundo objetivo: asegurar la legitimidad y eficacia de la conducción de la política exterior, en función de su rol transversal para promover el nuevo modelo de desarrollo y coherencia con la visión que se proyectará.
Por otro lado, debemos reconocer que la reputación internacional del país se ha visto mermada en el último tiempo. Se requiere un ejercicio de reparación oportuno, revitalizando agendas -como la de derechos humanos y la medioambiental- y potenciando nuevas plataformas de acción -como la agenda feminista, plurinacional, de participación, transparencia y de descentralización.
Sin duda contamos con múltiples desafíos. Uno de ellos es el cumplimiento de convivencia entre el futuro gobierno y la Convención Constitucional que, a su vez, será quien defina el marco institucional y los valores de la política exterior para las próximas décadas. En este escenario, la impostergable urgencia de gobernar, a partir de marzo próximo, con una perspectiva de futuro hace presente la necesidad de contar con una visión de las tareas fundamentales para un nuevo ciclo de la política exterior, en el corto y mediano plazo.
La Red Nueva Política Exterior espera contribuir a construir a este nuevo Chile promoviendo el diálogo político y generando conocimiento para la formulación de políticas públicas progresistas en el ámbito internacional.
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Publicado en La Tercera.
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